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Rubén Uría: "Así, así, así llora la prensa del Madrid"

Rubén Uría: "Así, así, así llora la prensa del Madrid"

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Todo equipo debe tener derecho a quejarse, a defender su punto de vista, a denunciar que se siente perjudicado o a expresar su estado de ánimo como le venga en gana. Se llame como se llame: Real Betis, Dukla de Praga, Dinamo de Kiev o, por supuesto, Real Madrid CF. Su presidente, ejecutivos, entrenador, cuerpo técnico y jugadores tienen todo el derecho a cantar y contar sus verdades, sean o no las del barquero, de manera pública o privada, expresando su punto de vista. Pueden y deben hacerlo. Ahora bien, de un tiempo a esta parte, resulta sorprendente que el Real Madrid, como institución, lleve años dejando que sean otros los que escriban su propio relato. No hay día que la prensa del Madrid hable por el Madrid, perdiendo el lugar donde la espalda pierde su casto nombre para medrar, intoxicar, pontificar o hablar por boca de ganso. Al principio fue una anécdota graciosa, luego un chascarrillo, luego fue moda y ahora es pan nuestro de cada día: no hay día que una recua de pelotas no se jacte de hablar por boca del presidente, masajeándole día sí y día también, incluso cuando el propio presidente no se siente cómodo con el favor y la baba diaria de personajes que un día fueron periodistas y hoy dan vergüenza ajena convertidos en monstruos de barraca de feria.

No hay día que una legión de badulaques, telepredicadores, pretorianos, mayordomos y voceros se dediquen a extender la propaganda del régimen a través de los conductos habituales, usando los medios oficiales del club o los oficiosos – cada día cuesta más distinguirlos, la verdad-, que a día de hoy son legión. Que la prensa tiene claro que el Madrid es el equipo que más vende y que más se consume no está en discusión. El asunto está en que la mitad del periodismo deportivo de este país, voluntaria o involuntariamente, asume esa realidad y acepta prostituirse, incluso gratis, para ser la fábrica de publicidad gratuita de las ideas de los que mandan en el Madrid, citando al poder fáctico blanco, jugando a interpretar la presunta voluntad del presidente, sus supuestas ideas– las que tiene e incluso las que no-, sus puntuales encíclicas o sus habituales quejas sobre cualquier asunto, humano o divino. Al Madrid no le hace falta ganar, ni perder. Si gana, allí están ellos. Y si pierde, también. El club tiene tal ejército de pelotas, aduladores, cortesanos y agradaores a su alrededor, que tiene imposible construir su propio relato. Ya se lo fabrican los que se pasan la vida aplaudiendo el traje del emperador, aunque su realeza se pasee en pelotas por mitad de la calle. Si el Madrid gana, ellos gritan “Así, así, así gana el Madrid”. Y si el Madrid pierde, ahí están, inasequibles al desaliento, para abanderar la letanía lacrimógena del “Así, así, así llora el Madrid”. Ganan y lloran ellos, no el club. Pero ellos, claro, se creen el club.

En una industria donde es más popular militar que informar, el ejército de propaganda se maneja como pez en el agua. Si el Madrid gana, todo es maravilloso, porque es el equipo de España. Y si no lo hace, también, porque hay que fabricar una historia para no dormir. Una de mil temporadas, de un millón de capítulos y cuyo argumento es sencillo: los enemigos de España son los enemigos del Madrid, ciegos de envidia, porque todos le odian y le perjudican. Cambia el mundo, no el Madrid. Y cambia el nombre del villano, pero no la víctima, el pobre Madrid. Un día el cuento es que Rubiales odia al Madrid y la selección ya no les representa, al otro es que Luis Enrique odia al Madrid aunque lleve a muchos madridistas a la selección, al otro es que Tebas odia al Madrid aunque sea aficionado blanco, al otro es Roures el que odia al Madrid porque es independentista y enemigo de España, al otro es  el Comité de Competición el que odia al Madrid para beneficiar al Barcelona, al siguiente es el Comité de Apelación el que odia al Madrid, luego es Velasco Carballo el que odia al Madrid porque el VARça roba lo que haga falta y ahora son los señores del calendario los que odian al Madrid para dar más descanso al Barça. Que no cese el contubernio judeo-masónico: contra todo y contra todos, porque todo el mundo odia al Madrid. Nunca es culpa del Madrid, sino de sus enemigos. Antes era el Villarato y ahora que la linde se acaba, pues el tonto sigue: “Todo ok, José Luis”. Pobre Madrid.

Que el Madrid como club se queje de lo que quiera. Que lo haga su presidente, su ejecutiva, entrenador, jugadores, peñistas o aficionados. Es lo normal. Lo que escapa a todo sentido común es que existan cientos de periodistas y decenas de medios de (in) comunicación que se hayan entregado a ejercer la portavocía, oficial u oficiosa, de un club al que no le hace falta llorar ni quejarse oficialmente, porque ya lo hacen otros por él. Hubo un tiempo en que existió el famoso fondo de reptiles. Incluso existió otra época en la que el colaboracionismo estaba bien visto. Ahora vivimos otra nueva época. Una en la que, si Florentino Pérez tuviese a bien hacer sus necesidades en público, habría cientos de periodistas encantados de guardar cola, con el ánimo de ser los primeros de la fila, para poder recibir el primer depósito presidencial. Por supuesto, en exclusiva.

Rubén Uría

Rubén Uría: "Así, así, así llora la prensa del Madrid"

Todo equipo debe tener derecho a quejarse, a defender su punto de vista, a denunciar que se siente perjudicado o a expresar su estado de ánimo como le venga en gana. Se llame como se llame: Real Betis, Dukla de Praga, Dinamo de Kiev o, por supuesto, Real Madrid CF. Su presidente, ejecutivos, entrenador, cuerpo técnico y jugadores tienen todo el derecho a cantar y contar sus verdades, sean o no las del barquero, de manera pública o privada, expresando su punto de vista. Pueden y deben hacerlo. Ahora bien, de un tiempo a esta parte, resulta sorprendente que el Real Madrid, como institución, lleve años dejando que sean otros los que escriban su propio relato. No hay día que la prensa del Madrid hable por el Madrid, perdiendo el lugar donde la espalda pierde su casto nombre para medrar, intoxicar, pontificar o hablar por boca de ganso. Al principio fue una anécdota graciosa, luego un chascarrillo, luego fue moda y ahora es pan nuestro de cada día: no hay día que una recua de pelotas no se jacte de hablar por boca del presidente, masajeándole día sí y día también, incluso cuando el propio presidente no se siente cómodo con el favor y la baba diaria de personajes que un día fueron periodistas y hoy dan vergüenza ajena convertidos en monstruos de barraca de feria.

No hay día que una legión de badulaques, telepredicadores, pretorianos, mayordomos y voceros se dediquen a extender la propaganda del régimen a través de los conductos habituales, usando los medios oficiales del club o los oficiosos – cada día cuesta más distinguirlos, la verdad-, que a día de hoy son legión. Que la prensa tiene claro que el Madrid es el equipo que más vende y que más se consume no está en discusión. El asunto está en que la mitad del periodismo deportivo de este país, voluntaria o involuntariamente, asume esa realidad y acepta prostituirse, incluso gratis, para ser la fábrica de publicidad gratuita de las ideas de los que mandan en el Madrid, citando al poder fáctico blanco, jugando a interpretar la presunta voluntad del presidente, sus supuestas ideas– las que tiene e incluso las que no-, sus puntuales encíclicas o sus habituales quejas sobre cualquier asunto, humano o divino. Al Madrid no le hace falta ganar, ni perder. Si gana, allí están ellos. Y si pierde, también. El club tiene tal ejército de pelotas, aduladores, cortesanos y agradaores a su alrededor, que tiene imposible construir su propio relato. Ya se lo fabrican los que se pasan la vida aplaudiendo el traje del emperador, aunque su realeza se pasee en pelotas por mitad de la calle. Si el Madrid gana, ellos gritan “Así, así, así gana el Madrid”. Y si el Madrid pierde, ahí están, inasequibles al desaliento, para abanderar la letanía lacrimógena del “Así, así, así llora el Madrid”. Ganan y lloran ellos, no el club. Pero ellos, claro, se creen el club.

En una industria donde es más popular militar que informar, el ejército de propaganda se maneja como pez en el agua. Si el Madrid gana, todo es maravilloso, porque es el equipo de España. Y si no lo hace, también, porque hay que fabricar una historia para no dormir. Una de mil temporadas, de un millón de capítulos y cuyo argumento es sencillo: los enemigos de España son los enemigos del Madrid, ciegos de envidia, porque todos le odian y le perjudican. Cambia el mundo, no el Madrid. Y cambia el nombre del villano, pero no la víctima, el pobre Madrid. Un día el cuento es que Rubiales odia al Madrid y la selección ya no les representa, al otro es que Luis Enrique odia al Madrid aunque lleve a muchos madridistas a la selección, al otro es que Tebas odia al Madrid aunque sea aficionado blanco, al otro es Roures el que odia al Madrid porque es independentista y enemigo de España, al otro es  el Comité de Competición el que odia al Madrid para beneficiar al Barcelona, al siguiente es el Comité de Apelación el que odia al Madrid, luego es Velasco Carballo el que odia al Madrid porque el VARça roba lo que haga falta y ahora son los señores del calendario los que odian al Madrid para dar más descanso al Barça. Que no cese el contubernio judeo-masónico: contra todo y contra todos, porque todo el mundo odia al Madrid. Nunca es culpa del Madrid, sino de sus enemigos. Antes era el Villarato y ahora que la linde se acaba, pues el tonto sigue: “Todo ok, José Luis”. Pobre Madrid.

Que el Madrid como club se queje de lo que quiera. Que lo haga su presidente, su ejecutiva, entrenador, jugadores, peñistas o aficionados. Es lo normal. Lo que escapa a todo sentido común es que existan cientos de periodistas y decenas de medios de (in) comunicación que se hayan entregado a ejercer la portavocía, oficial u oficiosa, de un club al que no le hace falta llorar ni quejarse oficialmente, porque ya lo hacen otros por él. Hubo un tiempo en que existió el famoso fondo de reptiles. Incluso existió otra época en la que el colaboracionismo estaba bien visto. Ahora vivimos otra nueva época. Una en la que, si Florentino Pérez tuviese a bien hacer sus necesidades en público, habría cientos de periodistas encantados de guardar cola, con el ánimo de ser los primeros de la fila, para poder recibir el primer depósito presidencial. Por supuesto, en exclusiva.

Rubén Uría

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