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Una reflexión, a bote pronto, sobre "Rodri"

Una reflexión, a bote pronto, sobre "Rodri"

Del

 

Rodrigo Hernández Cascante, “Rodri”, no ha pedido irse del Club Atlético de Madrid. Ni el jugador, ni su familia, ni su agente, han hablado absolutamente con nadie para marcharse del club colchonero. Esa es la realidad. Vivimos en un tiempo donde conviene que la realidad no estropee una buena noticia, pero como la verdad no es triste, sino que no tiene remedio, “Rodri” no se ha dirigido a ningún directivo del Atlético de Madrid para abandonar la nave. ¿Es Rodrigo un gran jugador? Sí. ¿Están interesados los clubes más poderosos de Europa en su fichaje? Seguro. ¿Tiene una cláusula de rescisión de 70 millones de euros que podría animar a un club comprador? Sí. ¿Ha pedido el futbolista salir del Atlético de Madrid? Rotundamente, no. Así está el patio.

Que el jugador está contento con Simeone, que es feliz en Madrid, que está rindiendo de manera sobresaliente y que está más que agradecido al Atlético de Madrid por apostar por él es un hecho. Y ni él, ni su familia, ni su entorno, se han puesto en contacto con el club para explicarles que quieren salir, ni para siquiera insinuarlo, ni para pedir más dinero. Hay gente que lo hace. “Rodri” no. Hablamos de un chico centrado en su profesión, que tiene un IKEA en la cabeza, que se viste por los pies y que no va por ahí – como otros futbolistas profesionales – ofreciéndose al mejor postor. Ni lo hizo en Villarreal ni está dispuesto a hacerlo en el Atlético de Madrid. 

A estas alturas de la vida, no hay aficionado que no sepa cómo funciona este tinglado mediático: si el Real Madrid se queda sin posibilidad de ganar títulos, la industria periodística sabe que el negocio se puede resentir y por lo tanto, decide poner el acento en los fichajes que van a venir y se vende tanto humo como sobredosis de ilusión; en cambio, si es otro equipo el que no tiene posibilidad de ganar títulos, sólo se habla de los jugadores que se irán, se vende sobredosis de decepción y sensación de desbandada general.  Así está inventado y así funciona. No es una cuestión de colores, ni siquiera de maldad. Es pura inercia. Responde a un código ético de geometría variable: se cuida al que sustenta al negocio y se descuida al prescindible para el negocio.

Con la tribu colchonera con la piel sensible por la fuga de Lucas – fue una venta entre clubes, no se depositó la cláusula-, es fácil revolver al personal y jugar a hacer leña del árbol caído, porque los atléticos ahora no tienen el cuerpo para bromas. Que diferentes medios de comunicación apunten que existen equipos interesados en Rodri, es lógico. Que algunos periodistas conjeturemos sobre el futuro de la joya del Atlético de Madrid, es lícito. Ahora bien, aquí se ha cruzado una línea roja: se ha puesto a un jugador a los pies de los caballos diciendo que ha pedido salir del club, cuando eso no se ha producido. Y con sinceridad, no está el horno para bollos. Sobre todo, con alguien que, desde que llegó, ha tenido un comportamiento modélico con el club y con su afición.

Rubén Uría

Una reflexión, a bote pronto, sobre "Rodri"

 

Rodrigo Hernández Cascante, “Rodri”, no ha pedido irse del Club Atlético de Madrid. Ni el jugador, ni su familia, ni su agente, han hablado absolutamente con nadie para marcharse del club colchonero. Esa es la realidad. Vivimos en un tiempo donde conviene que la realidad no estropee una buena noticia, pero como la verdad no es triste, sino que no tiene remedio, “Rodri” no se ha dirigido a ningún directivo del Atlético de Madrid para abandonar la nave. ¿Es Rodrigo un gran jugador? Sí. ¿Están interesados los clubes más poderosos de Europa en su fichaje? Seguro. ¿Tiene una cláusula de rescisión de 70 millones de euros que podría animar a un club comprador? Sí. ¿Ha pedido el futbolista salir del Atlético de Madrid? Rotundamente, no. Así está el patio.

Que el jugador está contento con Simeone, que es feliz en Madrid, que está rindiendo de manera sobresaliente y que está más que agradecido al Atlético de Madrid por apostar por él es un hecho. Y ni él, ni su familia, ni su entorno, se han puesto en contacto con el club para explicarles que quieren salir, ni para siquiera insinuarlo, ni para pedir más dinero. Hay gente que lo hace. “Rodri” no. Hablamos de un chico centrado en su profesión, que tiene un IKEA en la cabeza, que se viste por los pies y que no va por ahí – como otros futbolistas profesionales – ofreciéndose al mejor postor. Ni lo hizo en Villarreal ni está dispuesto a hacerlo en el Atlético de Madrid. 

A estas alturas de la vida, no hay aficionado que no sepa cómo funciona este tinglado mediático: si el Real Madrid se queda sin posibilidad de ganar títulos, la industria periodística sabe que el negocio se puede resentir y por lo tanto, decide poner el acento en los fichajes que van a venir y se vende tanto humo como sobredosis de ilusión; en cambio, si es otro equipo el que no tiene posibilidad de ganar títulos, sólo se habla de los jugadores que se irán, se vende sobredosis de decepción y sensación de desbandada general.  Así está inventado y así funciona. No es una cuestión de colores, ni siquiera de maldad. Es pura inercia. Responde a un código ético de geometría variable: se cuida al que sustenta al negocio y se descuida al prescindible para el negocio.

Con la tribu colchonera con la piel sensible por la fuga de Lucas – fue una venta entre clubes, no se depositó la cláusula-, es fácil revolver al personal y jugar a hacer leña del árbol caído, porque los atléticos ahora no tienen el cuerpo para bromas. Que diferentes medios de comunicación apunten que existen equipos interesados en Rodri, es lógico. Que algunos periodistas conjeturemos sobre el futuro de la joya del Atlético de Madrid, es lícito. Ahora bien, aquí se ha cruzado una línea roja: se ha puesto a un jugador a los pies de los caballos diciendo que ha pedido salir del club, cuando eso no se ha producido. Y con sinceridad, no está el horno para bollos. Sobre todo, con alguien que, desde que llegó, ha tenido un comportamiento modélico con el club y con su afición.

Rubén Uría

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