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Rubén Uría: "El intolerable crimen de Gareth Bale"

Rubén Uría: "El intolerable crimen de Gareth Bale"

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Escándalo. Intolerable. A la hoguera con él. Nada más apartar a Lucas Vázquez después de marcar gol tras un penalti que vio Iglesias Villanueva y escuchó Carvajal a 25 metros, el cielo mediático se desplomó sobre la cabeza de Gareth Bale. Desde ese mismo instante hasta ahora, hay barra libre de porquería contra el galés. Un chico que, por lo visto, no tiene quién le defienda y tampoco quien le escriba. De Bale se han dicho todo tipo de salvajadas y le han llamado de todo, menos guapo. Lo realmente sorprendente es que más allá de los reproches lícitos de los socios del Madrid, sus inquisidores más furibundos han sido los mismos que, paradojas de la vida, se vanagloriaban de celebrar los goles de Bale y de ser los portavoces oficiosos del Madrid.

Del galés, que no tiene culpa del precio que se pagó por él – giren el cuello al palco si tienen cuello- y tampoco tiene culpa de lesionarse con frecuencia – nadie es más feliz en la camilla que en el campo-, se han dicho auténticas barbaridades. Le han basureado el crédito, le han tirado a la cara que no se integra, que no se habla con nadie del vestuario, que no habla castellano, que se pasa el día jugando al golf, que se lleva mal con los compañeros, que no tiene peso específico en los partidos y hasta se ha insinuado- sin una sola prueba- que se lleva de pena con su entrenador, Solari. Ha bastado un simple gesto de Bale, un error, un calentón puntual o algo tan básico como exteriorizar la reivindicación de toda estrella cuando no juega, para lapidarle, en plaza pública, pidiendo para él poco menos que cadena perpetua, como si fuese un delincuente.

Con el ánimo de encender a las masas, los francotiradores han abierto fuego a discreción. Han exigido que el galés se vaya del Madrid, que le vendan, que le apliquen un proceso de deportación y que le saquen en globo del Bernabéu. Los que lo piden son los mismos que hace meses le lavaban los pies con agua de rosas por golazo de chilena en Kiev y son los que pedían para él el Balón de Oro y el liderazgo deportivo del equipo cuando Cristiano dejó tirado al Madrid. Ahora, como Bale no juega, como Solari apuesta por Lucas y la nueva niña de los ojos del periodismo se llama Vinicius, ahora que es fácil dispararle a un cadáver, se están cebando. Así funciona. Negocio que tu hiciste, negocio por hacer. Qué mejor que asesinar la reputación de Bale, gratis y con impunidad, para señalarle como cabeza de turco y principal mal de un equipo que lleva renqueando desde el comienzo del curso y no precisamente por Bale. A ropa, que hay poca.

No importa que Bale sea un gran jugador, ni que haya marcado goles decisivos en finales, ni que sea siempre uno de los mejores cuando está sano. Lo que importa es que Bale ha perdido el favor de quien nunca hay que perderlo y que, además, cometió un error. No festejar un gol con los compañeros. Y por eso, tiene que arder en la hoguera. Lo dice la regla número doce de un código no escrito, pero universal. Bale no tiene quien le defienda. Ni siquiera su propio club, muy diligente para algunos comunicados oficiales y realmente pacato en otros asuntos. Llueve porquería sobre Bale. Y a quien esto escribe, que ni le va, ni le viene, sólo le sale decir que la campaña desprende un hedor a cloaca realmente fétido. Entre otras cosas, porque, por más que se empeñen los telepredicadores, Bale se ha equivocado, sí, pero no ha matado a nadie. Hoy le cubren de basura. Mañana, si marca un gol, hay tortas para ocupar el primer lugar en la fila de los pelotas: palmas, pamitas, higos y castañitas. Ya vale con Bale. 

Rubén Uría

Rubén Uría: "El intolerable crimen de Gareth Bale"

Escándalo. Intolerable. A la hoguera con él. Nada más apartar a Lucas Vázquez después de marcar gol tras un penalti que vio Iglesias Villanueva y escuchó Carvajal a 25 metros, el cielo mediático se desplomó sobre la cabeza de Gareth Bale. Desde ese mismo instante hasta ahora, hay barra libre de porquería contra el galés. Un chico que, por lo visto, no tiene quién le defienda y tampoco quien le escriba. De Bale se han dicho todo tipo de salvajadas y le han llamado de todo, menos guapo. Lo realmente sorprendente es que más allá de los reproches lícitos de los socios del Madrid, sus inquisidores más furibundos han sido los mismos que, paradojas de la vida, se vanagloriaban de celebrar los goles de Bale y de ser los portavoces oficiosos del Madrid.

Del galés, que no tiene culpa del precio que se pagó por él – giren el cuello al palco si tienen cuello- y tampoco tiene culpa de lesionarse con frecuencia – nadie es más feliz en la camilla que en el campo-, se han dicho auténticas barbaridades. Le han basureado el crédito, le han tirado a la cara que no se integra, que no se habla con nadie del vestuario, que no habla castellano, que se pasa el día jugando al golf, que se lleva mal con los compañeros, que no tiene peso específico en los partidos y hasta se ha insinuado- sin una sola prueba- que se lleva de pena con su entrenador, Solari. Ha bastado un simple gesto de Bale, un error, un calentón puntual o algo tan básico como exteriorizar la reivindicación de toda estrella cuando no juega, para lapidarle, en plaza pública, pidiendo para él poco menos que cadena perpetua, como si fuese un delincuente.

Con el ánimo de encender a las masas, los francotiradores han abierto fuego a discreción. Han exigido que el galés se vaya del Madrid, que le vendan, que le apliquen un proceso de deportación y que le saquen en globo del Bernabéu. Los que lo piden son los mismos que hace meses le lavaban los pies con agua de rosas por golazo de chilena en Kiev y son los que pedían para él el Balón de Oro y el liderazgo deportivo del equipo cuando Cristiano dejó tirado al Madrid. Ahora, como Bale no juega, como Solari apuesta por Lucas y la nueva niña de los ojos del periodismo se llama Vinicius, ahora que es fácil dispararle a un cadáver, se están cebando. Así funciona. Negocio que tu hiciste, negocio por hacer. Qué mejor que asesinar la reputación de Bale, gratis y con impunidad, para señalarle como cabeza de turco y principal mal de un equipo que lleva renqueando desde el comienzo del curso y no precisamente por Bale. A ropa, que hay poca.

No importa que Bale sea un gran jugador, ni que haya marcado goles decisivos en finales, ni que sea siempre uno de los mejores cuando está sano. Lo que importa es que Bale ha perdido el favor de quien nunca hay que perderlo y que, además, cometió un error. No festejar un gol con los compañeros. Y por eso, tiene que arder en la hoguera. Lo dice la regla número doce de un código no escrito, pero universal. Bale no tiene quien le defienda. Ni siquiera su propio club, muy diligente para algunos comunicados oficiales y realmente pacato en otros asuntos. Llueve porquería sobre Bale. Y a quien esto escribe, que ni le va, ni le viene, sólo le sale decir que la campaña desprende un hedor a cloaca realmente fétido. Entre otras cosas, porque, por más que se empeñen los telepredicadores, Bale se ha equivocado, sí, pero no ha matado a nadie. Hoy le cubren de basura. Mañana, si marca un gol, hay tortas para ocupar el primer lugar en la fila de los pelotas: palmas, pamitas, higos y castañitas. Ya vale con Bale. 

Rubén Uría

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